Salimos de fiesta, todo comenzó con una plática en la mesa, entre risas y una botella de tequila al centro pasó el tiempo, la música nos hizo hacer cantar, eso era algo de tanto que me encantaba que tuviéramos en común; hasta que tomó la decisión de parase a bailar sola frente a mí.
Había gente atrás de ella y en todas partes, pero nunca le importó quién estuviera, si la observaban o no. Su mirada fija en mí me decía que sólo éramos la música, ella y yo.
Aún recuerdo la canción y me es imposible no volver a ese momento cada que la escucho.
En ese instante empezó a señalarme al ritmo de la música mientras continuaba cantándola, dándome a entender que quería que me levantara también, hasta que logró sacarme una sonrisa, moví la cabeza de lado a lado como diciéndole “qué locura” pero su sonrisa de vuelta me convenció.
Me levanté, caminé hacia ella titubeando el ritmo y frente a frente nada nos detuvo. Entre esa efusiva sicronicidad lo único que llegué a pensar fue "ojalá que esta noche me sea eterna".
Hasta que el cansancio nos obligó ir de regreso a la mesa, chocamos los vasos, dimos un trago y saciamos la sed. Perdimos la noción del tiempo, así que vi la hora y pedimos la cuenta para ir a nuestro siguiente destino. Todavía faltaban canciones, la misma noche nos decía que esto aún no podía terminar.
Pedimos un Uber, nos sentamos atrás y es aquí en donde apesar de tenerla a un lado, mi cabeza no dejaba de pensar en ella. Comencé a ponerme nerviosa, no sabia si decírselo o no, hasta que mi irrazonable inquietud que me caracteriza me empujó y el mismo impulso me hizo hacerlo.
-“Me muero de ganas de darte un beso” le susurré.
En ese momento el tiempo se detuvo, sin tornarse incomodo pero haciendo de los segundos lo perpetuo.
Entre la música de fondo que sonaba en el coche y su silencio que me dijo tanto..
no logré ver su reacción, sólo me acerqué muy despacio esperando a que lo hiciera por igual. Cedió, se acercó, era algo que las dos queríamos completamente, percibí su agitada respiración cerca de mí, su aroma se intensificó, hasta que en un cerrar de ojos puede sentirla, el suave roce de ella que duró 1 segundo y no más.
Algo se interpuso, se frenó, fue su miedo que la hizo retroceder, sin decirme nada se volteó hacia la ventana en donde apenas si podía ver su reflejo; quedando totalmente desconcertadas las dos, dejándonos sin aliento ni palabras que pudieran excusar.
Y ahi entendí que sin decirnos nada siempre supimos todo.
…
-Karla Urdaibay
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